En ocasiones, al escuchar una frase, sabemos la importancia que tendrá para nosotros. Bien dejará una huella imborrable, o quizá no entendemos su importancia, pero por la manera en que suena se la daremos o en su momento la entenderemos y apreciaremos su valor. Su relevancia, pienso, por encima de su posible uso.
"Tú pagas el cariño con desprecio", me dijo. Y por primera vez en más tiempo del que recuerdo, y por última vez en menos tiempo del que esperaba, agaché la cabeza. Callé. Mi orgullo, aquella inmensa muralla que he olvidado como escalar, se rajó tal hielo al sucumbir ante el calor.